El Efecto de la Música

  • Incidencia del estudio musical en diversas áreas del desarrollo infantil, investigación por G. Huároc, L. Huincamán, D. Jimeno, A. Soto y P. Torrealba.
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sábado, julio 21, 2007

Tú lo sabes bien, amor... No Atu, Aiaié

Los primeros 19 días de este mes me lo he pasado entre varios asuntos, la mayoría de ellos consistentes en estresarme de diversas formas por los asuntos que tengo que atender (antes se decía pre-ocuparse), y en los derivados de esas preocupaciones, con sus respectivas fluctuaciones emocionales y bloqueos racionales como guarnición.

Uno de esos asuntos, el más bungavilioso, lo resolví finalmente con un mail, ya que intenté llamar varias veces (a pesar de los peligros que ello representaba para la poca ecuanimidad que me va quedando), sin obtener respuesta, así que cuando llegué al laboratorio de mi excelsa universidad decidido a no moverme hasta tener el Trabajo Estúpido terminado (todo sea por el postgrado en Alemania) lo primero que hice fue hacer unas líneas lo menos alfombra que pude y la verdad me habrán criado muy racional pero me resulta un esfuerzo muy grande eso de mentir, por algo soy tenor, tengo que cantarla completa, y como para mí aún hay un V°/V° sin resolver del todo en esta ópera, preferí dejarlo para otra función...

Bueno, esta ensalada rusa además de estar envuelta en omelette viene con su cebollita y su ají al lado. Es que en las últimas semanas, y no sólo gracias a la red, me estoy reeencontrando con situaciones, con personas, e incluso con temas de interés que pensaba lejanos.

Me reconecté con Abel, que creo es mi primer amigo iniciado. Eso me reconectó con el año 1995, cuando comencé mi aventura vocal en Trujillo, con las taaaantas cosas que viví en esa ciudad, mi fugaz paso por el catolicismo, mi acercamiento a la MFU, las personas lindas y no tanto que conocí, y me reconecté también con Kathy, mi primera enamorada post-colegio. Ah, y los noviembres de terror.

De Kathy recuerdo muchas cosas, pero de lo que más me acuerdo es que yo era muy tarado y trataba de ser muy protocolar (sí, ya sé, como siempre... shit...). Las chiquillas que conocí en esa época tenían el mismo rasgo distintivo de las niñas del colegio: siempre venían de vuelta y no se esforzaban en ocultarlo. Bueno, el asunto es que yo, acostumbrado a entender todo, no entendía nada. Acercándome a los 30 cada día más, sigo igual.

Siempre me he sentido orgulloso de no ser impulsivo en cuestiones feromónicas, prefiero pisar sobre seguro (léanlo como quieran), pero parece que en este momento ando como Ferdinando (el toro suspirante), algo en lo que el fin de semestre también puede tener algo de culpa. Como diría Gonzalo: tome una taza de recuerdos añejos, dos kilos de adioses deshidratados del verano, cuatro cucharadas de añoranza, dórelo con algo de tentación efímera, una pizca de ojazos de montaña, y cuando esté a punto, atraviésele la morena a la que nunca le escribió en la puerta de la U y antes de pasarlo a enfriar, una rubia que le pide unas hojitas para imprimir con cara de no me puedes decir que no.

Seguramente la tentación efímera se reventará de risa (me encanta su risa) cuando lea esto, pero qué le voy a hacer, así ando. Me sentí tan pero tan tarado cuando me crucé con la psicopedagoga sexy (que me devolvió el mordisco visual) y después cuando la rubia me ordenó que le dé papel... en fin, por lo menos sé que todavía me puedo percatar que la vida continúa.

La vida continúa, o como dicen en Rapa Nui, "No Atu Aiaié", algo así como ya lo pasado pasado / no te aferres a un imposible / y no puedo hacer ya nada por ti. Me acuerdo cómo en enero, mientras mi familia me veía hacer muecas de no-felicidad, la señora Rosa (otra ex) me contaba con algo de cachita que Lili la que nunca me dió bola estaba enamoradísima de su galán, y a mí me pareció genial. No siempre tenemos la oportunidad.

Ah y el punto que cierra toda esta elipse, que de círculo se desmadró, y que casi me olvido, es que en 1995 comencé mi a buscar mi voz... y ahora que parece que la encontré, vienen otras preguntas... osea... ok, ya canto... ¿y ahora qué?... Las sentencias obvias son viajar, audicionar, hacer vida de cantante... pero mi objetivo no era esa vida de la que hasta JDF se queja. Y entonces, viene la tentación de dar un paso al costado, o atrás... y vienen al pseudo-rescate las presiones de siempre, el deber, el sentido común, la razón, y hasta la moral. Yo todavía quiero mi jardín, mi perrito, comerme un estofado a la peruana cuando se me antoje, y estar con la gente que quiero.

La vida continúa, uno sigue cruzando puertas, y sigue cerrando círculos, lo que no significa volver al mismo punto en el mismo estado. Ya cambiamos. Volver es comenzar algo nuevo.

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En gringolandia no soy tan nerd