El Efecto de la Música

  • Incidencia del estudio musical en diversas áreas del desarrollo infantil, investigación por G. Huároc, L. Huincamán, D. Jimeno, A. Soto y P. Torrealba.
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domingo, agosto 24, 2008

Amistad, ¿cuál?

Cuando somos niños muy pequeños, un amigo puede ser el niño que está a tu lado esperando también su turno con el pediatra, y con el que compartes una mirada exploradora, un hola girando la mano con torpeza, y si lo ves al mes siguiente otros cinco minutos, lo reconoces con emoción mostrándole tus cuatro dientes y achinando los ojos. Tu familia está sobreentendidamente en tu círculo de confianza.
Luego, en la niñez, sumas a los vecinos con los que juegas un rato, a los hijos de la bodeguera de la esquina, a los chicos con los que te cruzas en el parque, y puede que no los veas nunca más, pero ya hiciste un amigo.
En el colegio comienzan las complicaciones, pero la convivencia puede más y terminas aceptando (con o sin combos) las bizarras jerarquías del aula, y comprendes cómo es cada uno, y bueno, ya tus amigos del barrio son amigos sólo si siempre juegan contigo, y te vuelves cada vez más selectivo, que si tiene juguetes como los tuyos, que si saca calificaciones como las tuyas, que si es bueno o malo en tal deporte. Para la adolescencia la cosa ya es crudísima: conoces cientos de personas, pero tienes sólo uno o dos "mejores amigos", unos cinco o seis "amigos", y el resto son sólo "compañeros", "conocidos", o simplemente no existen.
Terminas el colegio, y viene la gran desesperación, pues cada vez es más difícil encontrarte hasta con tus "mejores amigos" aunque vivan cerca, ya no tienes los mismos horarios que nadie de tu vida pasada. A tu familia la ves con suerte los domingos o cuando alguien se casa o fallece (no dije que fuera necesariamente lo mismo jeje). Así que la mejor solución es volverte "uña y mugre con la gente" de la U el Instituto si tienes suerte, traducido en alcoholizarte a la salida de clases, lo que no garantiza nada porque con seguridad al siguiente semestre tus compañeros no serán exactamente los mismos todo el tiempo. Y cuando pasas a la vida laboral, ni se diga, y si es que te quedas en la ciudad.
Poco a poco, y de forma nada fácil, comprendes que el contacto humano es valioso, sea por uno o noventa minutos, sea superfluo o profundo, siempre te da algo y siempre das algo. Y si eres inteligente, sabrás disfrutarlo, y darle espacio en tu corazón a todos esos amigos, y conservarlos contigo por toda tu vida.

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En gringolandia no soy tan nerd