El Efecto de la Música

  • Incidencia del estudio musical en diversas áreas del desarrollo infantil, investigación por G. Huároc, L. Huincamán, D. Jimeno, A. Soto y P. Torrealba.
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jueves, marzo 13, 2008

Evalúame lo que quieras

Ayer tuve la evaluación psicológica que el Craighouse ordena para su personal. Llegué un poco malhumorado, pues quedé en llegar a eso de las 15h30 y justo ayer no pasaba nunca la micro que necesitaba, además que volvió el calor espantoso, tanto que por primera vez en mi vida sentía las piernas empapadas estando simplemente parado (hoy está igual). Y lo peor es que en esta zona no pasa ni un benedetto taxi (nota mental: conseguir el número de algún comité de taxis de por acá). Ni tonto, entré al supermercado más cercano y me hice de un par de litros de jugo de pera. Cuando por fin conseguí locomoción, me senté y me quedé dormido como piedra, no sé cómo me desperté justo en el paradero que debía (lo mismo me pasaba cuando estudiaba negocios, despertaba sólo para responder las preguntas interesantes).
En fin, como estaba prevenido de que la evaluación duraba más de una hora, eché mano de toda mi fuerza de voluntad (o toda mi paranoia si quieren) y me induje un estado de gracia para la ocasión.
Llegué, saludé, la secretaria con quien había coordinado el asunto me recibió con un muy suave reproche por la demora, pedí el ñoba para mojarme las orejas (tip de reflexología), y cuando salí me presentaron a la psicóloga (supongo) que me entrevistaría.
Pucha... osea esta señorita, joven mujer, o como quieran decirlo... ¡era más guapa que muchas modelos y actrices famosas! Osea además de bonita, le brotaba una gracia muy refinada, y te juro que bastaba que moviera un décimo de milímetro alguna parte de su cuerpo, para que uno sintiera que estaba espectando uno de esos ballets acuáticos de las películas antiguas, nó sé si me entiendes.
Bueno, era mi primera evaluación psicológica oficial. Primero tuve que hacer un test que combinaba razonamiento lógico, verbal y matemático. Osea, los tests de ingreso a la U Nacional de Trujillo que hice en el 95 eran mil veces más difíciles (en esa época se decía que sólo superados por los de San Marcos).
Luego vino la entrevista cara a cara. Y yo no sabía si tenía delante a la hermana menor de Carla Bruni, la clon de Audrey Hepburn, o una versión inocente de María Grazia Cuccinota. Pucha, que creo que jamás me había sentido tan bien de responder preguntas sobre mi pasado, presente y futuro. En varios puntos tuve que frenarme, porque noté que me estaba mostrando demasiado entuasiasta... aunque en todo caso siempre confiado, porque total no tengo nada qué ocultar, y si lo tuviera, se me notaría igual. Me olvidé por completo del calor, del cansancio, de la ronquera que todavía no se me quita del todo, de la fecha, y casi del planeta. En un momento mencionó que también cantaba, y que tal vez podríamos conversar del tema en otra ocasión... ¡bingo!
Antes de terminar me hicieron el test ése de las manchas, que la verdad todo lo que me evocó fue un par de gordos felices, un paisaje caluroso y feliz, y una sensación de compañía. Osea, es cierto que soy muy optimista, pero creo que definitivamente andaba con los neurotransmisores bastante más hippies que mi promedio normal.
Y bueno, ob-via-men-te, dejé una tarjeta para la susodicha antes de irme, para que me haga la consulta sobre el canto... o para lo que se le ocurra. Y sé dónde dejarle por lo menos una nota...
De todos modos unos minutos más tarde mi lado masoquista entraba en acción: comprobé una vez más que mi percepción del entorno es muy selectiva... por no decir excluyente. Debería dejar de sentir culpa por ello.

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En gringolandia no soy tan nerd