El Efecto de la Música

  • Incidencia del estudio musical en diversas áreas del desarrollo infantil, investigación por G. Huároc, L. Huincamán, D. Jimeno, A. Soto y P. Torrealba.
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viernes, septiembre 07, 2007

Addio Luciano

Ya todos saben la noticia. Luciano Pavarotti falleció la madrugada del jueves. Una pena que el mundo entero ha sentido. No me sorprende que así sea, pero caigo en cuenta que fue uno de los pocos cantantes líricos de su época que estuvo omnipresente en la revolución del mass-media.
Mi profe recuerda que ya en 1979, visitando a unos familiares en EE.UU., se le acercó un sobrino pequeño a decirle "Uncle, uncle, Pavarotti is on TV!" y era efectivamente estaba en un comercial, que según él eran muchísimos y a cada rato, fuera por salsas, tallarines, eventos deportivos, y mil cosas más. No es ilógico entonces que se convirtiera en el ícono por excelencia de la voz de tenor, de la ópera, y de los tallarines. No fue el primero ni el último en estas actividades, pero fue el ícono.
Y claro, en el teatro también fue muy reconocido. Pese a que algunos críticos le dieron palo, siempre fue muy querido por el público, y algo a tomar muy en cuenta: fue muy querido por sus colegas. En toda referencia que los cantantes hacen de él, lo recuerdan como muy carismático, risueño, amoroso, y muy galán a su modo (existen recuentos muy divertidos).
Pavarotti nunca fue un referente vocal directo para mí, nunca me sentí muy identificado con su voz. Mi madre siempre decía que se le notaba un sonido muy puro, mucho timbre de cabeza, pero para que se enteren, yo nunca lograba escuchar eso, aunque sí que era una voz muy única. Menos mal que para un cantante la percepción auditiva y corporal cambia mucho con el entrenamiento.
Recuerdo claramente que en 2004 le dije a la madre de Philip (el profe con quien estudié unos meses en Viña del Mar) en su casa, oyendo unas grabaciones adoradas por ella, que recién en ese momento lograba distinguir las características especiales de esa voz.
El año pasado encontré de casualidad un dvd del Recital en Barcelona, que había visto muchas veces años atrás, y lo arrendé. No podía creer el efecto que causó en mí: comencé a percibir cosas que antes no percibía, y lograba identificar las características de emisión. Desde ese momento, considero ese recital como una clase maestra total. Y el mejor momento, las ariettas de Bellini, de las que comparto con ustedes mi favorita: "Ma rendi pur contento", con texto del eterno Pietro Metastasio.

"Al menos ten contento al corazón de mi bella,
y te perdonaré, Amor, si el mío no lo está.
Sus inquietudes temo más que las mías,
porque vivo en ella, más de lo que vivo en mí"

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