El Efecto de la Música

  • Incidencia del estudio musical en diversas áreas del desarrollo infantil, investigación por G. Huároc, L. Huincamán, D. Jimeno, A. Soto y P. Torrealba.
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miércoles, septiembre 26, 2007

El Profe Gabo

Y bueno, inicialmente hoy iba sólo este post, pero creo que hacía falta antes el respectivo disclaimer, así que están servidos.
El asunto es que esto de ser profe me parece genial. Mi madre es profe, y creo que es muy buena. No recuerdo del todo si ella me enseñó las ciencias o yo de puro metiche me devoré sus libros, debe haber sido una mezcla de ambos. Muchas veces la tuve que acompañar a dar clase (hacer clase en chileno) a chicos de secundaria, y nunca me aburrí, aunque creo que era porque para mí eran todos mis amiguitos. Ahí aprendí el lado procedimental de la clase, las pruebas, los registros de notas. Y lo terrible que es el polvillo de tiza. Aprendí a distinguir por el tipo de respuesta en examen si el almuno era chancón (estudioso), volado (distraído), o flojonazo, a percibir rasgos de personalidad por la grafía, a distinguir actitudes etarias, y un montón de cosas más. También la acompañé a seminarios en
San Marcos, y algún otro lado, y a actividades con sus colegas que siempre eran círculos muy acogedores, claro que siempre que mi agenda lo permitiera jeje.
Mi abuela paterna y la menor de esas tías también son profesoras, esta última de preescolar. Varios de mis tíos y primos de ambos clanes han ejercido labores docentes de una u otra manera. Mi papá también ha dado charlas motivacionales para organizaciones. En Jaén una amiga muy cercana de la familia era profe de educación física (deporte) y me encantaba que donde estaba ella, los equipos ganaban, y que le enseñó gimnasia rítmica a mi prima Calita y años después sería mi profe de básket (que jugué feliz un par de años porque me mantenía flaco, aunque mis primos eran diez veces más ágiles).
Como siempre he tenido buena atención cuando mis profes se la ganaban, y memoria de elefante, comencé a replicar conocimientos bastante pronto. A los 15 mis tías me convencieron de dar un cursito de inglés en una institución en Jaén, que no fue muy exitoso porque los niños preferían jugar nintendo, aunque recuerdo (lagrimón incluido) a un alumnito, el más chiquitito, que llegaba tarde porque vivía fuera del pueblo, y todos creían que era medio autista pero era recontra aplicado y hasta se aprendió Twinkle twinkle y otra cancioncita, afinadísimas. Ahí me di cuenta que el cassette de profe lo traía listo. En la pre vivía rodeado de esas lindas amistades basadas en explicar los ejercicios de trigonometría. En Guayaquil tuve más amistades ahora basadas en el cálculo integral, y también hice mi primer taller de coro en la
Santa María, que lamentablemente fue programado por 10 semanas pero fue muuuy interesante.
Sin embargo, ser profe nunca fue mi ideal, aunque sí una labor que me parecía un excelente plan B. En febrero del año pasado mi madre, tan madre ella, me vino a ver, y como yo andaba casi en situación de limbo, me convenció de inscribirme en esta titulación, billete en mano, claro, porque en Chile hay opciones de educación pero es carísima (otro día rajamos del sistema universitario ¿ya?). Y ahora se termina la titulación. Este musical personaje había planeado algo así como un retiro pedagógico, y dejé mi trabajito-flotador para poder elevarme en las esferas del currículum y la planificación, y tener todo el tiempo del mundo para la práctica y la titulación. Y me cayó del cielo
este trabajo.
Si parezco malagradecido, pues ay de mí, pero como te acabo de contar, no estaba en mis planes. Me conviene, por supuesto, en todo sentido. Con este dinero puedo pagarme
el viaje de noviembre sin infartar a nadie. Y no te cuento todo lo que he tenido que resolver en estas semanas, y me ha ayudado a espabilarme bien y poner al profe a flor de piel. También he aprendido a hacer clase sin maltratar mi voz. La temida práctica se volvió un chancay al lado de la tonelada de clases que he tenido que hacer, ojalá me pongan una carita feliz en el título. Ahora, como es un reemplazo por licencia médica, tengo que estar en posición de arquero, porque las licencias ahora aquí las dan por puchitos y tiene que terminarse una para que te tramiten la otra, así que los lunes tengo que llamar a preguntar si tengo que hacer clase ese martes y toda la semana. El dinero entonces está sujeto a lo mismo, lo que no es tan malo porque me alivia la tentación de hacer gastos innecesarios.
Y bueno, en clase, qué quieres que te diga, todo puede suceder. Algo que me encanta es que muchos chicos que son problema para todo el mundo, en MI clase trabajan muy bien. Algunos grupos requieren mano blanda, otros más exigencia. También está el tema recursos, que afecta cualquier propuesta docente, sea del lado colegio o del lado alumnos, algunos son muy informáticos, otros no tienen más que papelógrafo, otros no tienen. Se cuela inevitablemente la influencia del hogar, para el que hoy en día por suerte uno está mejor informado, de pronto te topas con cada drama... también hogares estructuralmente perfectos pero en los que los chicos no se sienten partícipes, y eso genera alienación (no-identificación, no-pertenencia).
Lo que me ha sorprendido realmente es la que aquí llaman edad del pavo, que cada vez es más temprano (ahora el terror son los preadolescentes), nunca se sabe, a veces te adoran, a veces están en otra, y son veintitantas almas que hay que conducir a algún lado provechoso. Y convivir con eso es humanamente enriquecedor.

1 comentario:

jaimesegoviac dijo...

Wena man...
primero que todo felicitaciones por comenzar a trabajar! siempre has tenido madera de profe, aunque un poco seriote siempre. (y un poquitito exigente, sólo un poco)

Weno, saca lo mejor de ti y demás que resulta todo bien con tus alumnos...
(igual tienes suerte ke sean como 20, aka los colegios tienen como 45 por curso)

SAluoz!

En gringolandia no soy tan nerd